sábado, 14 de junio de 2014

Extremadura: Matilde Morillo Sánchez


Matilde Morillo Sánchez

Natural y vecina de Castuera (Badajoz). Maestra cursillista, treinta y un años; tres hijas. Sacada de la prisión de Castuera, fue asesinada por los franquistas el 7 de mayo de 1939.


Fuente: "Cárceles en el Partido Judicial de Castuera. Antecedentes, contexto y permanencia en el tiempo", Antonio D. López Rodríguez. Revista de Estudios Extremeños Tomo LXVII nº 2 2011 Mayo-Agosto.

El otro caso que queremos exponer y que subraya la ocultación de la represión, como queda reflejado en la documentación oficial conservada, es el de Matilde Morillo Sánchez, maestra de profesión y mujer del líder socialista Antonio Navas Lora. Matilde fue detenida en varias ocasiones por miembros de la Falange local, hasta su última aprehensión la noche del 6 de mayo de 1939, cuando fue asesinada junto con otros siete detenidos de la prisión de Castuera. Entre los papeles conservados de la cárcel no figuran sus ingresos o puestas en libertad. Con carácter previo a lo anterior las autoridades franquistas habían iniciado en abril el expediente procesal en Daimiel, donde estaba refugiada junto con su familia. El proceso quedó en ese punto no existiendo documento o informe alguno de la Gestora de Castuera (Archivo del Gobierno Militar de Madrid. Tribunal Militar de la Primera Región Militar. Expediente de Matilde Morillo Sánchez).

Pero el escarnio escenificado por la “Justicia de Franco” queda patente en la orden de puesta en libertad por parte del juez militar que revisando las condenas en 1946 no vio motivos de enjuiciamiento en los interrogatorios y denuncias que expresaban las diligencias. Tres años más tarde de su asesinato la ocultación oficial de la muerte tuvo una nueva aparición en el propio Libro de Defunciones del Registro Civil. En el Acta de inscripción aparece inscrita el 28 de enero de 1942 bajo datos totalmente falsos. En primer lugar la fecha de defunción “marzo de 1939” y como causa de muerte “acciones de guerra, extramuros de esta Villa”.


Una entrada fechada el 22 de agosto de 2011 en brisadeoctubre.blogspot.com.es recogía las memorias de la hija de Matilde Morillo (Aurora Navas) sobre su madre:
Año 1939

De aquel tiempo tengo mi primer recuerdo nítido con sensaciones y sentimientos. Últimos días de marzo de 1939. Es un vagón de tren, la plataforma de un tren de mercancías. Había allí muchas personas apretujadas que caían sobre mí cuando el tren se movía bruscamente. Un hedor a ganado, suciedad y excrementos, a pesar del viento frío de la noche, nos invadía. Hacía mucho, mucho frío. Yo iba sentada sobre las piernas de una mujer y ambas nos cubríamos con un “toquillón” negro. El calor humano y su olor debajo del mismo amortiguaban el hedor y el frío exterior. A través de la ranura que me permitía respirar veía como a la oscuridad de la noche sucedía la claridad del día. Apenas me daba cuenta de por dónde circulaba aquel tren, tan pequeña era la ranura…

Después, la llegada a la estación de Castuera.

Había mucha gente cuando llegamos. Los gritos estridentes, los empujones, aquel desconcierto me paralizaban. Yo buscaba la mano de un familiar a la que unir la mía. Fue la primera vez que sentí miedo. Ese miedo que me acompañará mientras viva… Después, la penosa marcha hacia el lejano pueblo, andando, agarrada a la falda de una mujer que ocupaba sus brazos con hatos de ropa. ¿Mi abuela? ¿Una de mis tías? Aquella larga caminata hacia lo desconocido, mi afán de agarrarme a alguien que me guiara es el fiel reflejo de lo que ha sido mi vida. Y, aunque no me diera cuenta entonces, allí, en la estación, empecé a perder a mi madre.

Mi madre, Matilde Morillo Sánchez, desempeñaba el cargo de maestra en Daimiel (Ciudad Real), el curso 1938 – 1939. Allí marchó con sus tres hijas. Poco después, toda la familia la acompañaba para apartarse de los últimos combates que se desarrollaban en la Serena.

Cuando Daimiel fue ocupada por las tropas rebeldes, mi madre fue destituida. Mi padre, que estaba en el frente con el Ejército republicano, volvió para proponerle que marchara con él. Tenía la esperanza de llegar a Valencia y allí embarcar para Francia; la guerra estaba ya perdida. En un principio dudó, incluso hizo una bolsa, aprovechando una alfombra, para llevar los enseres de mi hermanita (siete meses), única que los acompañaría. Finalmente, pudo más el amor a sus otras hijas, a sus ancianos padres y a sus desvalidas hermanas, y decidió no seguir a su esposo. Así se separaron para siempre.

Sin temor, pues nadie en la familia militaba en un partido político excepto mi padre. Volvimos a Castuera. En la estación esperaban un grupo numeroso de falangistas y dos mujeres que identificaron a mi madre y en un camión se la llevaron. Nada importaron los ruegos y llantos de la familia.

Al llegar al pueblo, vieron con asombro que las casas de la familia habían sido requisadas.

Al anochecer aquel día, después de hacer múltiples gestiones para liberar a mi madre y recuperar, al menos, una de las casas, impotentes, la familia se disgregó y marchó a casas de parientes que tuvieron el corazón y la valentía de acogernos.

Dos días después, mi madre fue liberada, aunque debía presentarse cada mañana ante las autoridades para declarar. La noche del 7 de mayo de 1939, dos convecinos fueron a buscarla. Eran las doce de la noche. Mi madre amamantaba a la niña, la puso en los brazos de mi abuela, se quitó el reloj de pulsera y lo entregó a su hermana diciéndole: “Quiero que se lo entreguéis a mis hijas como recuerdo”. Salió de aquella casa custodiada por aquellos hombres. Sus hermanas, dos de ellas, la siguieron hasta la Casa Consistorial, donde estaba la cárcel. Al entrar, volvió la cabeza y miró por última vez a sus hermanas, que intentaron, en vano, acompañarla. Allí quedaron, escondidas detrás de la iglesia, observando cómo mi madre era conducida al piso alto y vejada hasta que, descubiertas, fueron conducidas, encañonadas, a la casa en que estaban acogidas. A la mañana siguiente, mi abuela fue con mi hermanita en brazos y nadie pudo darle razones de su paradero…

Mi abuelo, su padre, murió cuatro días después de aquella trágica noche, clamando el nombre de su desgraciada hija. Tampoco sabemos donde lo enterraron porque no dejaron salir a su mujer ni a sus hijas. Desde entonces, desde hace setenta años, la buscamos. Primero en silencio; luego, abiertamente. Seguimos buscándola los que vivimos aún.

Mi padre, Antonio Navas Lora, destacado socialista y sindicalista, Jefe de Correos entonces, consiguió llegar a Alicante. Allí embarcó en el Stambrook acompañando y padeciendo las peripecias de los “pasajeros” del mismo. Triste, destrozado, desesperanzado (aún no sabía el trágico final de su joven esposa) comenzó un incierto y duro exilio que además fue largísimo.

La familia nos guardó el secreto de lo ocurrido durante años para protegernos, sufriendo en silencio, soledad y miseria, pero sin abandonarnos, hasta que dejaron este mundo.

Fuente: Antonio D. López Rodríguez y José Ramón González Cortés: “Represión franquista, exilio republicano y deportación nazi: el tránsito de la Guerra Civil Española a la Segunda Guerra Mundial”.

Antonio Navas Lora consiguió salir del puerto de Alicante y lo hizo en el buque británico Stambrok que, con destino a Orán, se hizo a la mar el 28 de marzo de 1939 con 2638 pasajeros. No corrió la misma suerte su mujer, Matilde Morillo Sánchez, y al regresar a Castuera fue brutalmente asesinada por falangistas y militares. Todavía hoy sigue desaparecida. En ella concurrían demasiadas características despreciadas por el franquismo: era mujer, maestra y esposa de un político republicano exiliado.





Después de llegar a Orán, sufrió una aguda crisis nerviosa y cuando se recuperó fue enrolado en una compañía de trabajadores. Más tarde se asentó en el Marruecos francés donde trabajó, dada su capacidad y dominio del francés, en un organismo oficial en Casablanca.

Siguió vinculado al PSOE y a la UGT y escribiendo en algunos periódicos, sobre todo cuando se trasladó a vivir a Toulouse. Sólo al morir Franco puso fin a su exilio y volvió a España, y llegó incluso a pasar una breve estancia en Castuera.

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