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miércoles, 16 de julio de 2014

Aragón: Victorina Báguena Martín

Victorina Baguena Martín

Vecina de Villaspesa, fusilada el 11 de septiembre de 1936 y enterrada en Teruel (Pozos de Caudé), a los 21 años de edad. Fue asesinada junto a su padre Claudio (de 44 años) y a su hermano Santiago (de 20 años).

Aragón: Germán Araujo Mayorga

Germán Araujo Mayorga

Nacido en Madrid en 1905, era el primogénito de Adolfo Araujo García y Lidia Mayorga García. Se licenció en Ciencias, Sección Físicas, en mayo de 1933. Fue catedrático de Matemáticas en el Instituto de Teruel. Participó en la Revolución de 1934, por lo que fue detenido y encarcelado en el Fuerte de San Cristóbal de Pamplona, penal luego tan, tristemente famoso en la guerra civil y en la posguerra. También estuvo preso en el Reformatorio de Alicante. En febrero de 1936 fue excarcelado gracias a la amnistía decretada tras el triunfo del Frente Popular. En abril fue elegido por el PSOE como compromisario para la elección del nuevo presidente de la República. Araujo era miembro de la FETE y del PSOE.

La sublevación del 18 de julio de 1936 le sorprendió en Valencia pero decidió regresar a Teruel en una columna de milicianos. Es detenido en La Puebla de Valverde (Teruel) cuando su columna fue traicionada por un capitán y cayeron en una emboscada. Fue trasladado a Teruel y fusilado a los pocos días, el 30 de julio, según la Asociación Pozos de Caudé junto con los 13 ejecutados en la Plaza del Torico. Tenía 31 años.
 
“Fue vejado y atormentado, sin juicio ni causa, antes de su fusilamiento. Su madre conservaba un poquito de tierra del lugar donde cavaron su fosa”.

El semanario ESPAÑA EVANGÉLICA, en su número del 20 de agosto de 1936, dio la noticia así: “POR LA DEFENSA DE LA REPÚBLICA, ha caído muerto en el frente de Teruel nuestro buen amigo, el joven catedrático del Instituto de esa ciudad German Araujo y Mayorga, afiliado al partido socialista”.

Fuentes:
http://diccionariobiografico.psoe.es/pdfTemps/Biografia_4923.pdf
http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1933/05/03/036.html
http://www.fundacionaladren.com/index.php?destino=articulo&vari=487
http://books.google.es/books?id=0Z5iPr9vtY0C&pg=PA128&lpg=PA128&dq=%22germ%C3%A1n+araujo+mayorga%22&source=bl&ots=BF_DPiWsdI&sig=__E5cKM72biUPXj2ZVSNyWJW2NU&hl=es&ei=sxojToyEL43qObO0kPEO&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=8&ved=0CEQQ6AEwBw#v=onepage&q=%22germ%C3%A1n%20araujo%20mayorga%22&f=false
http://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Compromisarios_elegidos_en_las_elecciones_a_compromisarios_de_Espa%C3%B1a_de_1936

Castilla y León: Daniel González Linacero

Daniel, su esposa Palmira Perotas y su cuñada Electa.

Daniel González Linacero nació en 1903 en Valdilecha (Madrid), de padres maestros. «A los 13 años —dice su hija— recibió un premio con motivo de un discurso en la "Fiesta del árbol" de Ocaña.» Estudió magisterio en Ávila y ejerció por primera vez en Montejo de Arévalo (Segovia), en 1925. Pudo más tarde ir a Madrid y, a la vez que trabajaba, obtuvo el título de licenciado en Historia.

Tras una etapa como profesor de Historia de la Escuela Normal de Teruel, fue destinado a la de Palencia como director y desarrolló en esta ciudad una importante actividad. Luchó por conseguir el traslado de la Escuela Normal a un local más apropiado, dirigió el cursillo para maestros de 1932 que inauguraron Fernando de los Ríos, como ministro de Instrucción Pública, y Rodolfo Llopis, como director general.
Participó después en diversas misiones pedagógicas y dio conferencias en actos de la Federación de Trabajadores de la Enseñanza, que él mismo había contribuido a crear en Palencia. Al propio tiempo publicaba sus dos Manuales de Historia y Arte Español (Estampas, parte primera hasta el Renacimiento).

En este último libro anunciaba la próxima publicación de Historia (su tercer libro) y Metodología de la historia. ....los textos estaban preparados ya en el verano de 1936, «pero como precintaron la casa y se llevaron todo, no sabemos qué habrá sido de ellos, al igual que de su biblioteca». Porque toda la actividad de Linacero concluyó el 8 de agosto de 1936 en Arévalo, el pueblo en que residía la familia de su mujer. Ese 8 de agosto, un grupo de falangistas fue a buscar a Daniel González Linacero a la casa de Arévalo en que pasaba las vacaciones con su familia y lo asesinó.

Su partida de defunción dice, con elocuente simplicidad, que falleció «a consecuencia del Movimiento Nacional existente». Su casa fue cerrada y saqueada. Tenía treinta y tres años, y dejaba esposa, Palmira Perotas Muriel que murió el pasado año 2009 con casi 105 años, y tres hijas de corta edad: Palmira, María Paz y María Luz. Palmira Perotas, su esposa, era hermana del conocido escritor costumbrista arevalense Marolo Perotas.

Su delito mayor consistió en haber escrito libros de historia para la enseñanza de los niños en que no se hablaba de guerras y conquistas sino de la cooperación y la solidaridad entre los hombres.

En el prologo de su libro "MI PRIMER LIBRO DE HISTORIA" (esta obra se puede consultar en http://bibliotecadigital.jcyl.es/i18n/consulta/registro.cmd?id=4822), escribe, dirigiéndose a los maestros, lo siguiente: "Despertando en el niño el instinto de lucha y glorificando hasta la categoría de héroes a aquellos muñecos trágicos que morían desconociendo la razón de su sacrificio, el niño adquiere un sentido falso del valor moral, individual y colectivo".

Nunca se cuidó el educador de borrar de la Historia toda esa balumba insoportable de necedades de príncipes y favoritos, extrayendo del evolucionar histórico aquellos sucesos de orden material y espiritual que de una manera indudable han contribuido a formar este mundo que nos rodea, sin olvidar que la Historia no la han hecho los personajes, si no el pueblo todo y principalmente el pueblo trabajador humilde y sufrido, que solidario y altruista, ha ido empujando la vida hacia horizontes más nobles, más justos, más humanos."

Le sacaron de su casa de Arévalo el 8 de agosto de 1936 para llevarle a una cuneta de la carretera de Valladolid y allí fusilarle sin juicio ni contemplaciones. Luego le enterraron deprisa y corriendo en un indeterminado lugar que sólo sabemos se halla entre Bocigas y Olmedo y en el que todavía siguen ocultos sus restos mortales.

Fuente: http://la-llanura.blogspot.com.es/2010/09/maestros-de-la-memoria-y-del-olvido.html

El diario "El País" publicaba en agosto de 2006 el siguiente artículo sobre él, firmado por el historiador Josep Fontana:

El día 8 de agosto de 1936, hace setenta años, un grupo de falangistas fue a buscar a Daniel González Linacero a la casa de Arévalo en que pasaba las vacaciones con su familia y lo asesinó. Su partida de defunción dice, con elocuente simplicidad, que falleció "a consecuencia del Movimiento Nacional existente". Tenía treinta y tres años y dejaba esposa, que vive todavía, y tres hijas de corta edad. La casa fue cerrada y saqueada.

¿Quién era ese enemigo del nuevo orden al que se consideraba tan peligroso como para asesinarle? Daniel González Linacero había nacido en 1903 en Valdilecha (Madrid), de padres maestros. Estudió Magisterio en Ávila y ejerció por primera vez en Montejo de Arévalo (Segovia), en 1925. Fue más tarde a Madrid y, a la vez que trabajaba, obtuvo el título de licenciado en Historia. Tras una etapa en la escuela normal de Teruel, fue destinado a la de Palencia como director y desarrolló allí una importante actividad. Consiguió el traslado de la Escuela a un local más apropiado y dirigió el cursillo para maestros de 1932. Participó además en diversas misiones pedagógicas y en actos de la Federación de Trabajadores de la Enseñanza, que él mismo había contribuido a crear en Palencia.

Su mayor crimen consistía, sin embargo, en haber escrito un texto para la enseñanza de la historia en la escuela primaria que tuvo muy buena acogida. Mi primer libro de historia, publicado en Palencia en 1933, comenzaba con una introducción para los maestros en que atacaba los "libros históricos amañados con profusión de fechas, sucesos, batallas y crímenes; relatos de reinados vacíos de sentido histórico, todo bambolla y efectismo espectacular". Y pedía que no se olvidase "que la historia no la han hecho los personajes, sino el pueblo, todo y principalmente el pueblo trabajador humilde y sufrido, que, solidario y altruista, ha ido empujando la vida hacia horizontes más nobles, más justos, más humanos".

Este planteamiento inicial se traducía en las lecciones destinadas a los niños en unos textos claros y sencillos sobre "historia de las cosas", que seguían "el orden evolutivo natural, de lo más sencillo a lo más complicado", para conseguir "la espontánea comparación entre lo actual y lo anterior". Las lecciones comenzaban con la vivienda y acababan en un capítulo sobre "cooperación y solidaridad", donde se sostenía que en la actualidad "nadie vive para sí", sino que todos dependemos del trabajo de los demás. No había en el libro una sola alusión política, salvo una lamentación por los millones de muertos en la Primera Guerra Mundial y un dibujo de una Casa del Pueblo donde, se decía, "los trabajadores aprenden a practicar las dos grandes virtudes sobre las que se asienta la vida: cooperación y solidaridad".

No parece suficiente como para justificar un asesinato, que sólo se explica por el hecho de que esta muerte formaba parte de una campaña sistemática de persecución de la enseñanza y de la cultura por parte de los sublevados de julio de 1936, como lo manifestaba un artículo publicado en agosto del mismo año en la prensa de Sevilla en que se pedía el castigo de los maestros, la escuela, la prensa y el libro.

Los maestros y los libros fueron los primeros en sufrir tal castigo. La depuración de los maestros no sólo pretendía apartar de la enseñanza a los que no compartían el ideario de los sublevados, sino reducir su número para cerrar escuelas. José Pemartín, jefe del Servicio de Enseñanza Superior y Media, decía en 1937 que "tal vez un 75 por ciento del personal oficial enseñante ha traicionado -unos abiertamente, otros solapadamente, que son los más peligrosos- a la causa nacional". A lo que añadía: "Una depuración inevitable va a disminuir considerablemente, sin duda, la cantidad de personas de la enseñanza oficial". Se clausuraron, por ello, 54 institutos públicos de enseñanza secundaria creados por la República, que el nuevo régimen consideraba innecesarios.

Antes de que se pusiera en marcha la depuración formal y reglamentada del personal docente, hubo, sin embargo, una etapa previa de asesinato de maestros, sin normas ni controles, que no se refleja en la documentación conservada. No sabemos cuántas fueron sus víctimas, pero los datos de las nueve provincias en que se ha investigado el tema dan un total de alrededor de 250 maestros ejecutados o desaparecidos. Una cifra mínima a la que habrá que agregar los de otras provincias, como la de Ávila, donde fue asesinado Linacero.

Aclaremos un punto. Hubo muertes de maestros en los dosbandos. Los republicanos mataron a maestros católicos, pero no por su oficio, sino por motivos políticos personales. Su muerte no formaba parte del programa republicano, sino que fue una triste y condenable consecuencia de la violencia de la Guerra Civil. En el bando franquista, en cambio, la caza del maestro formaba parte de un programa que incluía el cierre de centros escolares y la destrucción de libros, que eran el otro medio de educación popular que convenía combatir.

Sabemos el impulso que la República había dado a la creación de bibliotecas públicas. Hasta entonces las únicas accesibles a los lectores populares habían sido las de las Casas del Pueblo, centros republicanos, cooperativas o ateneos obreros. Ahora se crearon bibliotecas municipales de 300 a 500 volúmenes y se dotó de libros a las escuelas. En plena Guerra Civil, una octavilla de la Conselleria de Cultura de Valencia afirmaba que "la mejor manera de hacer la revolución es hacer cultura" e incitaba a los jóvenes a que pidieran "la instalación de una biblioteca popular en el pueblo".

En el otro bando las cosas fueron muy distintas. Una de las primeras medidas de los sublevados fue la de quemar libros de las bibliotecas públicas. El ideal gallego de 19 de agosto de 1936 decía: "A orillas del mar, para que el mar se lleve los restos de tanta podredumbre y de tanta miseria, la Falange está quemando montones de libros y folletos". Las quemas fueron generales y sistemáticas, y contaron con apoyos intelectuales como el del rector de la Universidad de Zaragoza, Gonzalo Calamita, que en el número 3 del Boletín de Educación publicó un artículo con el título de "¡El peor estupefaciente!" que contenía su aportación como científico a la campaña depuradora: "El fuego purificador es la medida radical contra la materialidad del libro".

¿Qué justificación había para este holocausto bibliográfico? ¿Cuáles eran los libros que se quemaban o prohibían para evitar sus efectos corruptores? Una ojeada a las listas de libros "prohibidos terminantemente" en las escuelas de Segovia puede darnos idea de la naturaleza de esta persecución. En la lista figura, para empezar, una gran parte de la literatura española contemporánea: Unamuno, Valle-Inclán, Pérez Galdós (incluyendo expresamente los Episodios nacionales), Valera, Baroja, Azorín, Palacio Valdés e incluso Concha Espina, junto a nombres de otros siglos, como Rojas Zorrilla, Moreto, algunas obras de Lope, las poesías de Espronceda, La Alpujarra de Alarcón o el Ideario español de Ganivet.

En materia de literatura universal caen, entre otros muchos, Eurípides, Edgar Allan Poe, Chateaubriand, Goethe, Shakespeare (por lo menos "los tomos 2º y 8º de sus Obras completas"), junto a algunas novelas que debían considerarse tan maléficas como para merecer una mención individualizada, tales como Tartarín de Tarascón de Daudet o Quo Vadis? de Sienkiewicz. Caen también todos los autores rusos imaginables, sin importar cuál fuera su filiación ideológica, de acuerdo con una norma superior que mandaba eliminar "la mal llamada literatura rusa".

En las listas de Valladolid se repiten la mayor parte de estas prohibiciones, a las que se añaden las de La Celestina o de las fábulas de La Fontaine, mientras las Novelas ejemplares de Cervantes no llegan a prohibirse, pero se indica que deben reservarse para lectores maduros y formados. En Barcelona caen Pascal y las novelas de Emilio Salgari, que estaban, en cambio, autorizadas en Valladolid.

En el campo de la historia se prohíben la Historia de España y de la civilización española de Rafael Altamira (Vegas Latapie nos cuenta, por otra parte, que un falangista se le ofreció para "dar el paseo" al autor de esta obra maestra de nuestra historiografía) y, repetidamente, Mi primer libro de historia de Linacero, perseguido con una saña especial.

El caso del libro de Linacero nos muestra cuáles eran los valores de la enseñanza republicana que combatían a sangre y fuego los franquistas, y nos permite advertir que lo que temían no era la subversión revolucionaria, que no tiene nada que ver con las propuestas del maestro asesinado, sino la razón, la tolerancia y el proyecto de construir pacíficamente un mundo más justo, valiéndose, según sus propias palabras, de "las dos grandes virtudes sobre las que se asienta la vida: cooperación y solidaridad". Nada puede resultar más revelador que el hecho de que al hombre que escribía tales cosas no se contentasen con hacerle callar, quemando sus libros, sino que creyesen que era necesario matarlo.

Vivimos en tiempos de revisionismo en que se pretende sostener que en la contienda civil española ambos bandos fueron igualmente culpables y que la sublevación militar de julio de 1936 fue una consecuencia inevitable de los errores y abusos del régimen republicano. Pienso, por el contrario, que un análisis de lo realizado por cada uno de los dos bandos muestra que les movían razones muy distintas. Y que es imposible entender lo que significó la Segunda República Española, y los motivos por los que la combatieron los sublevados de 1936, si se pasan por alto diferencias tan fundamentales como ésta: la República construyó escuelas, creó bibliotecas y formó maestros; el "régimen del 18 de julio" se dedicó desde el primer momento a cerrar escuelas, quemar libros y asesinar maestros. 


Aragón: Sofía Polo Giménez y Arturo Sanmartín Suñer

Sofía Polo Giménez y Arturo Sanmartín Suñer (1931)

Sofía Polo Giménez, nacida en Cervera de la Cañada (Zaragoza) el 4 de abril de 1904, era maestra. Murió fusilada en Palencia el 13 de agosto de 1936. Su marido, Arturo Sanmartín Suñer, nacido en Cedrillas (Teruel) el 26 de febrero de 1898, inspector de enseñanza primaria, fue fusilado y desaparecido en Palencia el 8 septiembre de 1936.

En http://buscameenelciclodelavida.blogspot.com.es/2012/11/sofia-polo-jimenez-maestra-de-la.html encontramos su historia, facilitada por una nieta de ambos, Consuelo:

Ya manifestó su temperamento rebelde cuando en 1923 abandonó, en tercero, los estudios en la Escuela Normal de Zaragoza y volvió a Calatayud con su familia, donde Arturo Sanmartín estaba destinado de maestro. Entonces, animada por Arturo, se matriculó libre en Teruel y acabó Magisterio. En 1926, gracias a Manuel Bartolomé Cosío, comenzó a trabajar de maestra en la “Fundación Sierra Pambley” (Villablino, León), regida por la Institución Libre de Enseñanza (ILE), a la que también fue su marido, que había sido expedientado en Calatayud. En 1929 se trasladaron a Madrid, cuando Arturo aprobó el ingreso en la Escuela Superior de Magisterio. Desde 1929 hasta 1932 regentaron una escuela de la Sociedad de Amigos del Progreso en el barrio de Tetuán. En junio de 1931 participó en el Congreso de la Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza (FETE) y propuso que se considerara “el derecho de prioridad como recompensa a la permanencia en escuelas rurales”. También fue directora y profesora de las colonias escolares de El Molar y Riofrío.

Sofía, mujer avanzada en su época, trabajó para mantener a la familia mientras su marido estudiaba, aunque él nunca dejó de dar clases. Además de trabajar con entusiasmo, siempre junto a su marido, se implicó en la política, y en el cuidado de sus niños pequeños: Arturo (Villablino, 1927), Adolfo (Villablino, 1929 – Madrid, 2001) y Natalia (Madrid, 1931). En 1933, al aprobar Arturo las oposiciones de Inspector de Enseñanza Primaria, toda la familia se trasladó a Palencia y ella trabajó de interina entre otros sitios en el Colegio Gil de Fuentes. En 1934 aprobó con el número 2 de su grupo (hombre y mujeres) los Cursillos. Desde 1934 hasta 1936 fue maestra propietaria de Palencia. En 1935 formó parte de la Comisión formada para mejorar la situación de los maestros de “la octava categoría. En 1936 era directora de la colonia de El Monte el Viejo, promovida por la Asociación de Amigos del Niño y mantenida por el Ayuntamiento de Palencia”. Esos años desplegó una intensa actividad política en el PSOE y en la FETE-UGT: dio mítines en Dueñas y en Navas, y fue coordinadora de los Pioneros de las Juventudes Socialistas de Palencia.

Con el triunfo del golpe de estado de 1936, en agosto la detuvieron en la colonia de El Monte. A continuación la llevaron a su casa para que recogiera sus pertenencias y le dijeron que la iban a llevar con su marido a Burgos. Pero ya no se supo nada de ella. El día 5 de marzo de 1937 “La Vanguardia” publicó la noticia: “Los horrores cometidos por los fascistas en Palencia”, en la que se afirmaba: “La esposa del inspector, Sofía Polo, maestra y propagandista socialista, fue encontrada muerta, mordida por los perros y con evidentes señales de haber sido ultrajada”.

Arturo, que estaba escondido en los sótanos del Colegio Modesto Lafuente, pudo haber escapado, pero al recibir la noticia de la muerte de su mujer, decidió no oponer resistencia a su detención. Entonces fue paseado por las calles de Palencia y asesinado el día 8 de septiembre de 1936.

Su casa fue saqueada. Nunca se encontraron sus cadáveres. Nadie extendió sus partidas de defunción.

Fuentes: N. SANMARTÍN POLO y C. GARCÍA COLMENARES. La enseñanza una ilusión compartida. - Zaragoza, 2008.

El diccionario biográfico elaborado por la Fundación Pablo Iglesias contiene una breve biografía sobre Arturo Sanmartín:

Inspector de Primera Enseñanza de Palencia y miembro de FETE
Cedrillas (Teruel) 26/02/1898 -- Palencia (Palencia) 08/09/1936

Realizó los tres primeros cursos de Magisterio en Barcelona y el cuarto en Zaragoza. En 1917 sustituyó a su padre, Benito Sanmartín, en la escuela de Calaceite (Teruel). En 1918 aprobó las oposiciones y fue destinado como maestro nacional a la Escuela Graduada de Calatayud (Zaragoza), donde conoció a su esposa Sofía Polo Giménez.
Como consecuencia de un expediente administrativo por poner en funcionamiento un “Centro Instructivo” para hombres y mujeres adultos, estuvo un tiempo en la cárcel de Calatayud. En 1926 el expediente se resolvió en una amonestación privada. Ese mismo año Arturo pidió la excedencia y, gracias a la amistad que le unía a Manuel Bartolomé Cossío, él y su mujer encontraron trabajo en la “Fundación Sierra Pambley” (Villablino, León), regida por la Institución Libre de Enseñanza (ILE). 

Estando en Villablino, aprobó el ingreso para la Escuela Superior de Magisterio de Madrid y reingresó en una escuela de Guadalajara en la que estuvo poco tiempo, porque pidió un permiso de tres meses por el nacimiento de su segundo hijo. En Villablino nacieron Arturo (1927) y Adolfo (1929 – 2001). Desde 1929 hasta 1932 Arturo y Sofía regentaron una escuela de la Asociación de Amigos del Progreso, próxima a la ILE, en la calle Juan Pradillo 20: la vivienda estaba en la planta baja y la escuela en la primera. Allí nació su hija Natalia. 

En 1931 participó en la constitución de la Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza (FETE): formó parte de la Junta Directiva, fue el bibliotecario de la FETE de Madrid y sustituyó a Rodolfo Llopis en la dirección de la revista “Trabajadores de la Enseñanza”, cuando éste pasó a la Dirección General de Enseñanza Primaria. En 1932 aprobó las oposiciones de Inspectores de Enseñanza Primaria y fue destinado a Palencia, donde su mujer trabajó de interina y se preparó para los Cursillos de Magisterio. 

En 1935 Arturo fue becado por la Junta de Ampliación de Estudios (JAE) y viajó a varios países europeos para conocer el funcionamiento de establecimientos escolares y de sistemas pedagógicos pioneros. En 1936, recibió una nueva beca y repitió los viajes de la JAE. 

Al triunfar el golpe de Estado de julio de 1936 se escondió en el sótano del Grupo Escolar Modesto Lafuente del que era directora Ubaldina García Díez y en el que él y su familia ocupaban una de las viviendas del primer piso. Carmen, una de las hijas de doña Ubaldina, la que le bajaba la comida todos los días, le dio la noticia de que habían torturado, ultrajado y fusilado a su mujer. Entonces la policía, que lo vigilaba y buscaba, entró en el sótano, se lo llevó detenido sin que él opusiera resistencia y lo paseó, con burla y befa, en una camioneta por las calles de Palencia. Ya no se supo nada más de él ni de su mujer. Nunca se encontraron sus cadáveres. Nadie extendió sus partidas de defunción. Sus hijos acogidos por la familia Sanmartín pasaron la Guerra en Calaceite y más tarde en las colonias que fundó el Ministerio de Instrucción Pública y Sanidad.

Fotografía: Archivo fotográfico FPI 

Fuentes: Natalia SANMARTÍN POLO, “La enseñanza una ilusión compartida. Sofía Polo y Arturo Sanmartín”, subvencionado por el Gobierno de Aragón dentro del programa “Amarga memoria. Investigación II República y Guerra Civil”. Edición de la autora, Zaragoza 2008. Y documentos privados del archivo familiar de la familia Sanmartín Polo.
 Colegio Modesto Lafuente de Palencia (1986)


En http://sanmartinpolo.wordpress.com/2014/05/24/la-libertad-pedagogica/ aparecen los artículos publicados por Arturo en "El Socialista":

 Arturo, maestro con 17 años en la Escuela de Calaceite (2ª fila empezando por abajo, 5º empezando por la izquierda)

"La libertad pedagógica". Así se titula el primero de los artículos que el profesor Herminio Lafoz ha rescatado de “El Socialista”, escritos por Arturo Sanmartín entre 1924 y 1926. En ellos, como dice el profesor Lafoz, refleja su estancia en la cárcel de Calatayud en la que estuvo preso en 1925, acusado de comunista, por dirigir un Centro Instructivo -no autorizado- en el que daba clase a obreros y obreras al finalizar su jornada laboral. El resto de los artículos tratan sobre cuestiones pedagógicas que en palabras de Herminio Lafoz “muestra el alto grado de preparación teórica de la que haría alarde en años posteriores”.

Estos artículos han sido publicados en la Revista de Historia y Pensamiento Contemporáneos “XIX y Veinte”, número 8, verano-otoño 2013. 

http://sanmartinpolo.files.wordpress.com/2014/05/xix-y-veinte_arturo-sanmartc3adn.pdf 

Un estudio titulado "El Magisterio palentino en el primer tercio del s. XX: del ideal regeneracionista a la realidad cotidiana" menciona a Arturo (fuente: dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3829860.pdf):


El Magisterio palentino de esta época conoció las innovaciones pedagógicas que se estaban desarrollando en el resto de España promovidas por la Institución Libre de Enseñanza; varios profesionales de la capital y provincia, como Dª Ana María Gómez Sánchez, maestra en Baltanás, Mariana Arrieta Ramiro, maestra de
Abia de las Torres o D. Arturo Sanmartín Súñer, Inspector de Primera Enseñanza, se beneficiaron de las pensiones que gestionaba la Junta para Ampliación de Estudios en el extranjero.

En la página http://elangelrojo.wordpress.com/ se recogen las palabras de Arturo Sanmartín Suñer en el Primer Congreso Pedagógico de la Asociación General de Maestros celebrado los días 3 y 4 de abril de 1931:

“Decimos que la Escuela, para que no resulte una institución falsa, de intereses extraños al niño, debe estar enraizada en las costumbres del pueblo, recoger sus palpitaciones, sus luchas, y darles vida, encauzando y dirigiendo sus aspiraciones. Una escuela, pues, que refleje el medio como base indispensable para toda nuestra labor educativa. Y el medio, la realidad social en que nos desenvolvemos, nos ofrece dos fuerzas en lucha: la burguesía y el proletariado. A estas dos corrientes en pugna corresponden también dos escuelas antagónicas: la escuela burguesa y la escuela proletaria. La escuela burguesa, como ha dicho el ponente, es inhumana, porque defiende los intereses exclusivamente de una clase que se limita a sí misma, procurando solamente su bienestar y no el de todos los individuos que integran el cuerpo social. La escuela proletaria, en cambio, en cuanto que aspira a realizar un ideal colectivo de bienestar común, y aun cuando se defiende para aminorar los efectos de la esclavitud y de la explotación, es una escuela eminentemente humana. El humanismo de la clase proletaria es inseparable de su clasicismo, puesto que es su esencia ideal, el móvil de todas sus luchas, la gran arma de combate. La escuela de la clase burguesa, de valores caducos, es transitoria. La escuela proletaria, basada en el trabajo y el bien común, alcanza la categoría de lo eterno. Si el proletariado pretendiera volver la tortilla, como algunos dicen, esto es, que los ricos pasen a ser pobres y éstos ricos, sus aspiraciones serían tan restringidas, tan exclusivas, y su escuela tan inhumana como la de la actual burguesía. Pero ya queda demostrado que no es así. La escuela pública, en España al menos, es la escuela del pueblo, y hay que añadir que del pueblo pobre, del pueblo proletario. El hijo del empleado de Hacienda, como el del campesino que tiene un par de mulas y seis hectáreas de tierra, son tan proletarios como el del albañil o el del electricista. El maestro de escuela nacional, que tiene un haber medio, no superior al nivel medio de jornal de la clase trabajadora, es como los individuos de esta clase, un proletario, tan sufrido y tan explotado como ellos. Y si es un proletario y los niños que recibe en su escuela son hijos de proletarios —los hijos de los banqueros y de la aristocracia no van a la escuela pública—, no podrá actuar en su escuela de otro modo, sin traicionar a su conciencia de clase y a los imperativos de su misión Educadora, que de acuerdo con los intereses del niño, que son los de la clase proletaria.

No estimo, como el ponente, que haya dos fases en nuestro camino hacia la verdadera escuela que se realicen sucesivamente, sino que, a partir de la escuela de clase, como base, debe ir realizándose la escuela humana, que es su ideal: no una después de la otra, sino la una en la otra, simultáneamente, en la medida [en] que nos sea posible. Por lo tanto, a las características señaladas para la escuela proletaria, de universalidad, laicismo, etc., yo añadiría la de humanismo. El proletariado no debe suplir la acción oficial de Estado creando escuelas primarias, como se recomienda en la conclusión quinta. No es político ni responde a la acción social que la escuela debe realizar en el estado marxista. La acción del proletariado ha de estar encaminada a exigirlas del Estado y en las condiciones que satisfagan sus anhelos de clase. Lo que, a mi juicio, debe hacer el proletariado, es crear en sus sindicatos la escuela del militante, del luchador, del propagandista, que el Estado nunca ha de darle, y no hay que añadir que debe hacerlo sin aceptar la intervención oficial.

La formación universitaria del maestro es un mito burgués. Y aunque no lo fuera, antes de ir a la Universidad habría que transformarla. Por dos razones: por teórica y por burguesa. Los que a nuestra condición de maestros unimos la de ser estudiantes en la enseñanza superior, sabemos muy bien cómo, por regla general, se deforma la mente de los jóvenes con una moral, una economía y una sociología de tipo marcadamente capitalista, que no tiene ningún interés para nosotros ni para la clase trabajadora. La escuela de clase del proletariado que preconizamos irrumpe en el campo de la Pedagogía destruyendo el señoritismo de la cultura general burguesa y creando la escuela del trabajo, junto al taller, en el sindicato, en el campo de experimentación y en los laboratorios. La escuela general humana, de tipo burgués, de que nos hablaba ayer tarde en el mitin el señor Landa, no responde a la concepción nuestra de una sociedad integrada por productores. El futuro productor, condición esencial del hombre que queremos, no recibiría sólo una cultura general hasta los dieciocho años, para después especializarse en una profesión, sino que desde el primer momento pondría en juego su actividad con vistas a la función a realizar en la sociedad de que forme parte. La cultura general universitaria, que no negamos, la recibirá todo individuo en la medida de que sea capaz a través de su actividad especializada, en el trabajo y por mediación del trabajo, y esto por una razón biológica, además de la social ya señalada. El maestro, pues, debe enrolarse en las filas del proletariado y luchar con él hasta lograr su emancipación, y, además, transformar todas las instituciones de cultura, desde la escuela primaria hasta la Universidad, para que de ellas surja el ciudadano elevado a la categoría de productor, que es, sin duda, la condición superior del hombre del mañana”.

También en la página http://sanmartinpolo.wordpress.com/sofia/ consta la siguiente información sobre Sofía y su depuración a título póstumo:
Sofía: sancionada y separada del Magisterio después de muerta

Sofía Polo Giménez, como podemos ver en numerosas publicaciones de su época, dedicó toda su vida profesional a los niños y, en particular, a los niños de los trabajadores que eran los que tenían menos medios para educarlos. Su entrega a los hijos de los trabajadores fue muy intensa durante su estancia en una escuela de la Sociedad de Amigos del Progreso del barrio de Tetúan de Madrid, la de la calle Juan Padrillo; y, desde 1934, en Palencia, adonde se había trasladado con toda su familia.

Precisamente por esta labor educativa, y por su compromiso político con la FETE, fue brutalmente ultrajada y asesinada entre los meses de julio-agosto de 1936. Además hicieron desaparecer su cuerpo “que había sido mordido por los perros”. Por si fuera poco, a comienzos de 1937 –ya fallecida-, la Comisión Depuradora del Magisterio de la Provincia de Palencia le abrió un expediente. Varios documentos de la época dan fe de estos atropellos: el Oficio de la Comandancia de la Guardia Civil de Palencia, el del Alcalde de la ciudad, Martín Escobar, y una carta, fechada en marzo de 1937, del representante de los padres de familia, Tomás Alonso Rodríguez, que facilitó una relación de maestros a la Comisión Depuradora del Magisterio de Palencia. La figura del “delator” resultó fundamental en las purgas que la Dirección General de Seguridad llevó a cabo entre los maestros aún sin haber terminado la guerra.

A Sofía Polo Giménez, maestra nacional, la calumniaban con frases como la siguiente: “se dedicó a la política de izquierdas, no cumplió con sus deberes religiosos y observó mala conducta”. A pesar de que en la documentación del expediente constaba “que ya es difunta”, un año después de su asesinato, en agosto de 1937, en el Boletín Oficial de Palencia se la requería para que indicara su domicilio. Y en el Boletín Oficial del 17 de enero de 1940 se publicó su separación definitiva del servicio y su baja en el escalafón.


Oficio de la Comandancia de la Guardia Civil (Palencia, 23 de febrero de 1937)

Oficio del Alcalde, Palencia Marzo de 1937Ofi

 Oficio del Alcalde (Palencia, marzo de 1937)
Carta de D. Tomás Alonso Rodríguez, Palencia abril 1937
Oficio de la Comisaría de Investigación y Vigilancia, Palencia 18 mayo 1937

 
Certificado de la Comisión Depuradora del Personal del Magisterio, Palencia 20 de julio de 1937

Boletín Oficial (Palencia, agosto de 1937)
 
En http://www.sipca.es/censo/1-ARQ-ZAR-020-067-112/CALATAYUD.html&fosa figura la fosa común en la que fueron enterrados ambos (el nombre de Arturo contiene un error, el segundo apellido aparece como Sánchez, cuando en verdad es Suñer):

LOCALIZACIÓN: ZARAGOZA - COMUNIDAD DE CALATAYUD - CALATAYUD - CALATAYUD

Datos generales Tipo de fosa: Represión provocada por los sublevados
Fecha: 01/08/1936

La fosa común del cementerio de Calatayud contendría los restos de numerosas personas asesinadas por los sublevados, principalmente en los primeros meses de la guerra. La gran mayoría de ellas murieron en el otro extremo del camposanto, frente al muro frontal del recinto pero en su parte exterior. Desde allí los cuerpos eran arrojados por encima del muro para ser depositados en unas grandes zanjas cavadas para la ocasión en la parte interior del recinto. En los años cincuenta una cantidad indeterminada de restos fueron extraídos para ser enviados al Valle de los Caídos, sin contar con ninguna clase de permiso de los familiares. La noticia de la extracción de los restos causó enorme revuelo en la localidad y un grupo de familiares de las víctimas acudieron hasta el lugar a exigir explicaciones, creando una tensa situación ante la cual un mando de la Guardia Civil juzgó más prudente poner fin al asunto y dar por concluidas las tareas de recuperación de cuerpos. El resto de los cadáveres fueron exhumados años más tarde y depositados en el lugar en el que yacen actualmente.

La fecha de los acontecimientos es aproximada.

Otras víctimas de la represión ejercida por los sublevados: Las últimas investigaciones sitúan en unos 103 el número de vecinos de Calatayud asesinados por los golpistas entre julio de 1936 y los primeros años de la posguerra. Los nombres de las víctimas serían Bernardo Corrales Inárez, Luis Mateo Tornos, Francisco Delgado Casado, Manuel Morer García, Vicente Sánchez Lafuente, Eradio López Trapero, Germán Baquedano Barra, Jaime Tabuenca Pinilla, Daniel Quintana, Faustino Ismael Oroz Moncín, Eugenio Castillo Ibarra, Francisco Bueno Herrero, José Gorosabel García, José Ignacio Gorosabel Cortés, José Colás Aguilar, Vicente Ayerbe Martínez, Félix Martínez Martínez, Angel Navarro Sánchez, Rafael Victoria Albaladejo, Emilio Amaro Melús, Pascual Ramón Inogés Yagüe, Tomás Gracia Lucindo, Pascual Colás Roy, Agustín Ruiz Casa, Gregorio Casajús Polo, Angel Magallón Marrón, Sofía Polo Giménez, Clemente Angulo López, Tomás García Galán, Julio Arrué Gil, Melitón Saló Alda, Carmelo Villar Sanjosé, Jesús Villar Sanjosé, José María Monforte Pozo, Eugenio Ibáñez Morales, José Antonio Marco de Viedma, Manuel Romero Mediano, Amadeo Mostajo Trigo, Alberto Valenciano Merodio, Amadeo Sagüé Navarro, Hipólito Valero Cebrián, Manuel Colás Aguilar, Amelia Colás Aguilar, Modesta Aguilar Martínez, Domingo Blanco Hernando, Mariano Lázaro Galán, Ramón Valero Pablo, Tomás Joven Menés, Angel Torralba García, Arturo Sanmartín Sánchez, Luis Artasona Justes, Antonio Barbero Modrego, Bautista Estella Mochales, Jorge García García, Gabriel López López, Florencio Forcén Garulo, Pedro Mariano Diestre Casaus, Tomás Urgel Aramburo, Juan Ruiz Dana Ibarra, Demetrio Félix Torcal Aranda, Vicente Agustín Calvo, Maximino Gómez García, José María Artal Gracia, Vicente Guillén Casado, José Hernández Delgado, Domingo García Tribo, Marcos Mariano Matía Matía, Manuel Moreno Fernández, Petronila Zapatero Suárez, José María Gracia Arenas, Aurelio Miranda Miranda, Nicolás Guerrero Calvo, Francisco Nieto Mora, Mariano García Cuenca, Manuel Blasco Martín, Miguel Fernández Gallego, Juan Menéndez Muñoz, José Luis Menéndez Muñoz, Luis Ramón Gregorio, Joaquín Rico Martínez, Manuel Carlés Navarro, Mariano Zorraquín Esteban, Juan Manuel Forcén Piedra, Alejandro Camarero Serrano, Angel Guillén Melero, Jacinto Rubio Vergara, Alejandro Lázaro del Río, Mariano López, Gregorio García Abián, Severino Sánchez Carenas, Pedro Bernal Calvo, Félix Gurgui Gómez, Bautista Gracia Ruiz, Pedro López Chamendi, Antonio Callejero Oroz, Fermín Monterde Sancho, Jesús López Gonzalo, Francisco Barquinero Gálvez, Pablo Mateo Gayán, Aurora López Grau, Juan Gallego Montón, Simón Jimeno Vela, Faustino Galán Chueca, Santiago Torcal Martínez y Salvador Fernández.

Otras víctimas de la guerra en la localidad: Los militantes de izquierdas, por su parte, fueron responsables de la muerte de tres vecinos de Calatayud: el industrial Benito Sánchez Valero, que fue asesinado en Madrid, y los agentes del Cuerpo de Seguridad y Vigilancia Julián Martín Hernández y Florencio de Marco, muertos mientras participaban en batidas callejeras en Calatayud.

Número aproximado de víctima/s: Indeterminado
Intervenciones realizadas: DIGNIFICACIÓN

Homenaje a los desaparecidos enterrados en la Fosa Nº 1 de Calatayud